El Latín y las lenguas románicas

Llamáis lenguas muertas al lenguaje de los griegos y de los latinos.

Pero de ellas se origina lo que en las vuestras pervive.

(Schiller)

 

El latín y el griego nunca murieron, siguen bien vivos en nuestra lengua y cultura. Sin el latín no existirían ni el castellano, ni el catalán, ni las demás lenguas románicas, ni un vocabulario científico y técnico universal, ni unas formas jurídicas, ni …

El latín ha sido vehículo de expresión universal de la cultura, romana primero y europea después. Todas las lenguas europeas, no sólo las lenguas románicas, han enriquecido su vocabulario con un gran número de palabras de raíz latina, los cultismos. Además muchas expresiones latinas mantienen un uso habitual en esas lenguas, no sólo en el nivel culto sino también coloquial. El latín y el griego han influido, influyen y continuarán influyendo sobre las lenguas modernas en la formación tanto del lenguaje literario y artístico como del técnico-científico.

El latín siempre ha sido y es todavía hoy un vehículo potente para educar en competencias, para formar personas, para consolidar lengua para aprender idiomas,

 

Origen de las lenguas románicas

El latín ha sido un elemento esencial en la formación del castellano y demás lenguas románicas; pero su base léxica y gramatical no es el latín clásico, que nos ha dejado excelsos textos literarios, sino el latín hablado, llamado también vulgar, de comerciantes, soldados, campesinos y gente de la calle poco culta y despreocupada de las normas gramaticales. El latín vulgar ya era una lengua en continua evolución y con diferencias dialectales entre las regiones de la misma Italia, y más aún entre las diferentes provincias del Imperio Romano. Otros motivos inciden en el hecho que las lenguas romances, también llamadas románicas o neolatinas, sean diferentes entre sí:

  • Los sustratos lingüísticos: la lengua o lenguas que se hablaban antes de la llegada de los romanos. En Hispania, se hablaban el vasco, el ibero y el celta. De este sustrato prerromano encontramos préstamos como caballo; pero también palabras griegas como emporio, fama, monarquía.
  • La facilidad o la dificultad en las comunicaciones con Roma: en las zonas geográficas más cercanas a Roma o mejor comunicadas, el latín evolucionó de manera diferente a las más alejadas o aisladas.
  • Los diferentes grados y formas de dominio de Roma sobre los territorios conquistados: la evolución fue diferente en las zonas del imperio menos romanizadas y con población romana poca culta de las zonas más evolucionadas con población más culta.
  • La caída del imperio romano con las invasiones germánicas y el subsiguiente proceso de ruralización y de aislamiento de la población precipitó el proceso de evolución y fragmentación del latín vulgar en dialectos, que se produjo entre los siglos V y VIII, acentuando aún más las diferencias y facilitando unos cambios fonéticos, morfológicos, sintácticos y léxicos que dieron lugar a diferentes hablas tanto entre sí como en relación al latín originario. En el siglo IX, recibían el nombre de rusticae romanae linguae, es decir, latines rurales (para diferenciarlas del latín culto y de las lenguas bárbaras) y con el tiempo dieron lugar a las lenguas románicas (cuyo nombre deriva de romanicus “latín vulgar” frente a latinus “latín culto”).

 

Las lenguas románicas hoy

En la actualidad, en la Europa romanizada y en otros países del mundo, se hablan las siguientes lenguas románicas: castellano (España, Hispanoamérica, Filipinas y EE UU), francés (Francia, sur de Bélgica, occidente de Suiza, Antillas, Canadá, países francófonos de África), gallego-portugués (Galicia, Portugal, Brasil, Angola, Mozambique, Madeira y Azores), italiano (Italia), catalán (Cataluña, Alguer, Rosellón, Andorra, Islas Baleares, Comunidad Valenciana), provenzal (Provenza), sardo (Cerdeña), retorromano (Alpes) y rumano (Rumanía). El castellano es la lengua románica con mayor número de hablantes y en su mayor parte pertenecen al continente americano.

 

Cambios fonéticos, morfológicos y semánticos.

Cultismos y neologismos. Derivación y composición.

Las lenguas románicas nos permiten conocer las diferentes evoluciones que experimentó el latín en su forma vulgar ya que su forma culta aparece bastante inalterable.

Cambios fonéticos, morfológicos y semánticos:

A menudo se dan alteraciones fonéticas de carácter popular, así por ejemplo la forma incorrecta cocreta frente a croqueta. Miraculumcrocodilum, cocodrilo frente al inglés crocodile. ha evolucionada a milagro, en lugar de la palabra esperada **mirajo; de crocodilum, cocodrilo frente al inglés crocodile.

Los cambios fonéticos en castellano son más audaces que los operados en los romances vecinos:

  • El más característico de todos es la pérdida de f-inicial latina, que se transformó en una aspiración que se perdió más tarde: faba> haba, farina> harina, facere> hacer, ferrum> hierro…
  • Se distingue por la claridad de las vocales, entre las que predomina la –a.
  • Abre las vocales breves tónicas latinas –i y –u: digitum> dedo, lupum> lobo.
  • Diptonga las vocales breves tónicas latinas -e y –o: terram> tierra, couam> cueva.
  • Conserva las vocales latinas largas acentuadas: matrem> madre.
  • Convierte en sonoras las oclusivas sordas interiores (p, t, c > b, d, g): populum > pueblo, matrem > madre, focum > fuego.
  • Suele perder las consonantes sonoras interiores: digitum > dedo.
  • El grupo ct pasa a ch: noctem > noche.
  • El grupo c’l pasa a j: cunic’lum> conejo.

 

Se han dado cambios morfológicos, sobretodo al perder el género neutro o la flexión (la capacidad de expresar una función sintáctica por medio de los casos: por ejemplo, el sujeto se expresaba en nominativo, la apelación en vocativo, el complemento directo en acusativo, el complemento del nombre en genitivo, el complemento indirecto en dativo y el complemento circunstancial en ablativo); en latín había seis casos y decir todos los casos de una palabra es declinarla. Había cinco declinaciones. Se enunciaban las palabras en nominativo y en genitivo, por ejemplo, rosa, -ae (1ª declinación). En el paso del latín a las lenguas romances se perdieron todos los casos, salvo en los pronombres personales: yo, me, mi; tú, te, ti …. Y por lo tanto se perdió la declinación. El acusativo fue el último que se perdió y de ahí derivan todas las palabras que nos han llegado por vía patrimonial, del acusativo virginem ha derivado virgen; en cambio el signo del zodíaco procede del cultismo latino virgo. En cambio, se conservó bastante bien la conjugación verbal. Se creó el artículo.

También hay variaciones semánticas: la palabra testa que significa en latín cacharro de barro, puchero ha dado en castellano tanto testa (cabeza, en francés tête) como tiesto, es decir, maceta.

La mayor parte del léxico del castellano es de procedencia latina, con muchas palabras griegas. Los helenismos o palabras de origen griego que existen en castellano, son muy frecuentes y proceden de épocas muy diferentes, los helenismos son los que conocemos a través del latín (carta, palabra, escuela, golpe, órgano, cuerda) y los grecismos son los préstamos del griego moderno. Cuando el progreso de la cultura y el desarrollo de la técnica en épocas modernas y contemporáneas exigieron nuevos vocablos para designar conceptos que no tenían forma patrimonial, los hablantes y los escritores cultos recurrieron al griego también al latín: son los cultismos, palabras que se introducen en la lengua sin sufrir las transformaciones que le corresponden. Así las palabras de origen latino presentes en castellano y demás lenguas románicas pueden ser cultismos o palabras patrimoniales. En latín clásico, se utilizaba fragat para decir arde, forma que procede del latín vulgar ardet; en cambio, fragat pervive en conflagración, deflagración. Una misma palabra latina tiene a veces dos formas en castellano: una patrimonial y otra culta. Los dobletes no siempre tienen el mismo significado: parabola da la forma patrimonial palabra y la culta parábola.

El griego y también el latín tienen un papel fundamental en los abundantes neologismos con que se designan términos científicos y técnicos: zoología, cardiología…

Desde la antigüedad hasta nuestros días, también encontramos préstamos de otras lenguas:

Del sustrato prerromano, de los celtas y ibero-vascos (losa, vega, pizarra, …)

Un superestrato germánico procedente de las invasiones y del reino visigodo ( guerra, robar, ganar, ganso, espuela, estaca, rico, ropa, sala…) También abundan los antropónimos de procedencia germánica: Álvaro, Fernando, …

Una latinización de términos árabes y numerosos préstamos del período de la ocupación musulmana: talismán, álgebra, cero, albañil, azulejo, arroz, azafrán, berenjena, zanahoria… también son árabes las expresiones ¡hola! y ¡ojalá!

De la Edad Media y del Renacimiento, proceden préstamos franceses (galicismos) como dama, doncel, jardín, cofre, jamón; y préstamos italianos como novela, libreto, cúpula, capricho, escopeta, fragata, bazofia, campeón… De la colonización de América, préstamos amerindios: cacahuete, chocolate, patata, maíz, tomate, tabaco, huracán,

De la Ilustración proceden préstamos de otras lenguas peninsulares: gallego (morriña, chubasco, chopo, macho), euskera (cencerro, aquelarre, chabola), catalán (paella, capicúa, anís, butifarra, entremés, grúa), del portugués (biombo, buzo, caramelo, bandeja, ostra, mejillón…) y no peninsulares: francés (bayoneta, báscula, bufanda); alemán (brindis, boxeo, toalla), turco (yogur), ruso (vodka, perestroika, soviético), japonés (quimono o kimono), del inglés (anglicismos): deporte, fútbol, tenis, rock and roll, jazz, software, feedback, broker, bistec, club…


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